Nov, 2016
Ocho horas fueron suficientes para conocer lo más emblemático
de Lisboa, con su encanto y su singularidad, encontré a una ciudad llena de contrastes y diversidad. Por un lado el lado clásico y antiguo de la ciudad y segundo por el lado comercial y turístico.
Empezamos muy temprano en la mañana en dirección a Barrio Alto, deguste el tan mencionado pastel de nata junto a un café latte y una empanada de queso con jamón como desayuno para empezar el día con todas las ganas. Luego de observar como los comerciantes tomaban su lugar a los alrededores del Panteón Nacional fuimos en dirección al mirador de Santa Lucía, que sin duda tiene una de las mejores vistas de la Lisboa antigua.
Continuamos con nuestra visita con el Panteón Nacional, que es una de las visitas obligadas en Lisboa, desde mi punto de vista. El costo de la entrada es de 4 euros (2 si es que eres estudiante) que sin lugar a dudas vale la pena por su arquitectura, su historia y su vista desde la terraza. Una vez finalizada la visita nos dirigimos hacía la Plaza de Comercio, conociendo antes el barrio de Alfama, donde pude percibir la amabilidad de las personas y su alegría. Creo que junto a la "Ginjinha" y al "Fado", la Plaza de Comercio es el ícono de Lisboa. (La Ginjinha es la bebida emblemática de Lisboa, que está muy buena. El Fado es el género musical clásico de acá que no representa más que el canto a la vida.
No hay mejor plan para terminar el día como admirar la tranquilidad que se ofrece a la orilla del rio Tajo, junto a tu vaso de cerveza o simplemente con lo que te apetezca y poder despedirte de la capital portuguesa con la satisfacción de haber conocido a una pluricultural e interesante ciudad.
